Se traslada a Logroño donde estudia escultura en la Escuela de Artes y Oficios hasta 1956.
En Éibar entabló amistad con artistas locales y del resto del País Vasco como Daniel Txopitea, Marino Plaza, Iñaki Larrañaga Iglesias, Paulino Larrañaga, Jorge Oteiza, Agustín Ibarrola y Vicente Ameztoy.
Investigar nuevos caminos será su meta así como apoyarse y respetarse mutuamente en sus directrices artísticas.
Las influencias que recibió Beorlegui no se limitaban a las de Doré o Goya.
Sus obra crecen en tamaño a la vez que se representa el mundo que le horroriza y a sus habitantes, es una visión del mundo como espectáculo y una crítica irónica al mismo expresado con realismo social.
Primero elaboraba el boceto con carboncillo o lápiz para luego moldear figuras con trapos encerados.
Pensaba que el artista debía evolucionar y no permanecer fiel a una idea, movimiento o corriente.