Desafortunadamente, Federico, a pesar de su ascendencia étnica danesa se convirtió en un símbolo del nacionalismo alemán.
Los círculos del gobierno real danés, por diversas razones, no fueron favorables a los Augustenburg.
La renuncia era un obstáculo que la dinastía Augustenburg y los nacionalistas alemanes sorteaban diciendo que no tenía ningún efecto sobre Federico ya que él no había renunciado a nada personalmente y en cuyo nombre nadie, ni siquiera su padre, tenía la facultad de hacer renuncias.
Los nacionalistas alemanes afirmaron que Schleswig debía ser heredada también de acuerdo con la Ley Sálica no modificada, pero esta afirmación fue rechazada por los nacionalistas daneses, argumentando que esta provincia estaba sujeta a la legislación danesa.
El gobierno de Dinamarca sobre los ducados fue terminado, y Federico entró triunfalmente en Kiel, donde fue recibido con entusiasmo.
Sin embargo, numerosas complicaciones políticas surgieron lo que impidió el restablecimiento formal de la dinastía.