Los pueblos colonizadores (fenicios, griegos y cartagineses) se asentaron en enclaves de la costa mediterránea desde comienzos del I milenio a. C.; mientras que los celtas se introdujeron en el centro, oeste y norte peninsular.
También algunas ciudades prerromanas se destruyeron o abandonaron (Numancia, Ullastret, Castro de Ulaca).
La península ibérica fue escenario de las primeras epidemias documentadas en el Mediterráneo occidental, a finales del siglo II.
Es difícil saber en qué medida eran comunes las prácticas de aborto, infanticidio y exposición; pero es significativo que tanto el Concilio de Toledo del 589 como el Liber Iudicorum del 654 condenaran expresamente estas prácticas.
El aporte poblacional afroasiático a consecuencia de las sucesivas invasiones islámicas de la península no superaría el 10%, y todo ello en un lapso que va desde principios del siglo VIII hasta mediados del XIII.
Los mozárabes del sur peninsular emigraron masivamente a los reinos cristianos del norte en sucesivas coyunturas en que sufrieron persecución, hasta desaparecer prácticamente de la España musulmana el siglo XII (época en la que los reinos cristianos ya alcanzaban los valles de Tajo y Ebro).
El tamaño y la magnificencia de las mayores ciudades llegó a ser impresionante, especialmente la Córdoba califal (que llegó a superar los cuatrocientos mil habitantes, convirtiéndose en una de las mayores del mundo hacia el año 1000).
Los siglos XII y XIII pudieron significar un ligero pero continuado crecimiento vegetativo además de un saldo migratorio positivo.
La toponimia recoge los numerosos lugares llamados Villanuevas, Pueblas y Burgos, gran parte de ellos fundados en esta época.
Al hambre se sumó el incremento de la conflictividad social y las guerras civiles.
El notable incremento de la población contribuyó decisivamente a sostener esos procesos económicos.
[18] Sevilla se convirtió posiblemente en la más poblada del mundo a mediados de siglo.
Esta etapa es mejor conocida, ya que comienzan a registrarse, sistemáticamente, los bautizos y las defunciones.
Desde finales de siglo se comprueba que el dinamismo en la recuperación es significativo en zonas como Cataluña, la franja cantábrica y Galicia; mientras que el centro y sur peninsular permanecen deprimidos; marcando una divergencia espacial que continuará en siglos posteriores, haciendo que las zonas más densamente pobladas dejen de ser las del centro y pasen a ser las de la periferia, con la significativa excepción del crecimiento urbano de Madrid.
La coyuntura bélica también influyó: en Extremadura la guerra de Portugal creó un verdadero vacío demográfico.
La crisis económica hizo elevar la edad del matrimonio, al tiempo que se incrementaba el celibato (se estima en cifras de hasta el 10%), por lo que la fecundidad descendió alarmantemente, como denunciaban los arbitristas.
[nota 10] (población total estimada en 1600)[33]14.00028.0005.00025.000En la sociedad española no han faltado las minorías étnicas marginadas y perseguidas.
A finales del siglo XVI podía haber en España unos 50.000 esclavos, concentrados en Sevilla, mayoritariamente.
Según el investigador alemán, en los dos siglos siguientes la población hispana continuó creciendo por lo que podría haber alcanzado los 9 millones.
Este ha sido el caso del análisis efectuado, en su día, por Alberto Balil, propuesta que, por cierto, no ha tenido demasiado éxito historiográfico.
Balil utilizaba los datos censales recogidos por Plinio, unidos a los de los populi y las civitates, señalando que el volumen de población debió ser bastante más bajo que el calculado por Beloch y Russell.
Su conclusión final fue que la población de la Hispania romana no debió superar los tres millones y medio.
El autor no especifica los elementos del cálculo, puesto que probablemente transfirió la cuestión para otro momento posterior, pero se adaptaba más a las posibles realidades de la época romana.
III, 28 (Iunguntur iis Asturum XXII populi divisi in Augustanos et Transmontanos, Asturica urbe magnifica.
Lucensis conventus populorum est sedecim, praeter Celticos et Lemavos ignobilium ac barbarae appellationis, sed liberorum capitum ferme CLXVI.
Simili modo Bracarum XXIIII civitates CCLXXXV capitum, ex quibus praeter ipsos Bracaros Bibali, Coelerni, Callaeci, Equaesi, Limici, Querquerni citra fastidium nominentur.
59-82; “Una nueva perspectiva para el estudio demográfico de la Hispania romana”, BSAAV, 62, 1996, pp.
Pero hoy creemos que en Europa Occidental hay un lapso entre unos y otros y, por tanto, no se produjo la hibridación que en zonas como Oriente Próximo sí se dio”, comenta Álvaro Arrizabalaga, uno de los autores de la nueva datación.
Doce hijos y 33 años no era nada extraordinario para una mujer del Antiguo Régimen.
Afortunadamente para la dinastía Borbón, no todas las reinas o princesas de Asturias han sido tan desgraciadas como las dos anteriores.