Desde 1869 se consagró al periodismo y, defendiendo el partido progresista de Sagasta, colaboró en periódicos como La Iberia, La Revolución, El Universal, El Imparcial, El Pueblo, El Globo y ABC.
Reunió sus artículos en el volumen La política de capa y espada (1876).
Con la regencia del general Serrano fue gobernador en Sevilla y en Granada.
Con la Restauración dio rienda suelta a su vocación dramática escribiendo algunos dramas que le proclamaron como el discípulo más aventajado de Echegaray, a pesar de tener un estilo dramático bastante diferente al suyo.
Otra cosa es La mujer de Loth, en prosa y con un desenlace igualmente trágico.