Al llegar a Buenos Aires, descubre su nuevo patrón que su negocio había sido saqueado y se encontraba en la ruina por lo que poco pudo ayudarlo a sobrevivir.
Se convirtió en mecánico de profesión trabajando para el ferrocarril que proyectaba William Wheelwright.
Eyraud entró en la Orden de los Padres del Espíritu Santo como un novato.
Aunque tuvo una feroz oposición al principio, Eyraud después de un tiempo llegó a ser muy popular e influyente entre los isleños rapanui.
Durante su primera estancia, Eyraud comentó que en cada casa había tablillas de madera cubiertas con "jeroglíficos", ahora conocido como rongo-rongo, pero que los isleños no sabían leer ellos y les daban muy poca atención.