La corona española restringió ciertas zonas para su cultivo, asimismo, debido a aquellas restricciones hubo reacciones violentas en varias regiones de Nueva España.
Los estancos del tabaco en las colonias de España se establecieron ya iniciado el siglo XVIII.
Toda cosecha era vendida a la administración de la Renta del Tabaco al precio que ésta fijaba.
Dichos contratos se realizaban por un periodo de tres años y podían ser renovados, lo que implicaba con una nueva negociación.
Las negociaciones indicaban la cantidad de matas a sembrar, calidad y precios entre otras cosas.
[1] Al inicio, se limitó a monopolizar la producción y venta del tabaco en rama.
Como medida contra los efectos (comercio ilegal) que ocasionaba el contrabando del tabaco se elaboraron reglamentos.
[6] En cuanto al proceso del delito, era necesario que el escribano diera fe de la aprehensión y las circunstancias conforme se fueran desarrollando los hechos.
Por delincuentes se entendía a los dueños, conductores, vendedores, encubridores o compradores de contrabando.
La pena del duplo consistía en pagar dos veces el valor del tabaco confiscado, esto se llevaba a cabo en la primera vez y en las demás veces el juez aplicaba multas más altas y castigos corporales.
Los viajeros solo tenían permitido llevar dos libras de tabaco para su consumo durante el viaje.
[6] Otra forma de tráfico se daba cuando los particulares podían comprar tabaco en rama y destinarlo a las cigarrerías clandestinas.
La autoridad combatió esta forma de contrabando al exigir que todos los administradores de estancos llevaran cuenta del tabaco en rama que vendían y quienes compraban frecuentemente tabaco en rama, eran sospechosos e inmediatamente eran investigados.
[6] El resguardo se dedicó a destruir las plantaciones que se encontraban fuera de los límites establecidos para el cultivo del tabaco, asimismo, confiscaron toda la hoja y tabaco manufacturado en manos de los contrabandistas.
[2] Para los insurgentes, el dinero que se encontraba en las administraciones del tabaco podía servir para su movimiento.
Las fábricas que continuaban en pie eran las de México, Guadalupe, Puebla y Orizaba, pero eran insuficientes para abastecer toda la demanda del virreinato.