El estadio se levantó sobre el velódromo del Club Ciclista de San Sebastián.
[3] Durante 40 años estuvo al cuidado del campo un conserje exjugador de la Real Sociedad de Fútbol, el pasaitarra Amadeo Labarta Rey, que junto a su esposa Sabina tenía su vivienda dentro del estadio.
En la década de 1960 un aficionado (Patxi Alcorta) ideó una manera singular de avisar del resultado del partido a los pescadores (arrantzales en euskera) que estaban faenando en la costa y no podían seguirlo.
Todos, sin excepción, se quedaban esperando el sonido del segundo para después retomar el paso.
En la temporada 2006-2007 el club recuperó esta singularidad, ahora bajo la responsabilidad del hernaniarra Juan Iturralde.
[5] En el adiós del estadio se hizo público su secreto más inconfesable: su terreno de juego no era un rectángulo, sino un trapecio.