Entre tales dispositivos se incluyen los espejos y los filtros dicroicos, tratados generalmente con recubrimientos ópticos, diseñados para reflejar la luz con un determinado intervalo de longitudes de onda y transmitir a través de ellos la luz que no pertenezca a dicho intervalo; esta operación separa la luz en dos colores.
Este efecto es generalmente denominado pleocroísmo, y la técnica se emplea en mineralogía para identificar los diferentes minerales.
En el proceso para la fabricación del vidrio dicróico, se utiliza una cámara de vacío en donde el vidrio, ya en placas y en caliente, se reviste con múltiples capas de óxidos metálicos que son vaporizados sobre el mismo.
Dependiendo de los óxidos empleados, al arder emite un color característico de acuerdo a sus propiedades químicas y la intensidad dependerá del oxígeno disponible en el momento del calentamiento, así por ejemplo el litio da rojo, el sodio da un color dorado, el magnesio, unos destellos plateados, el aluminio, blanco plateado, el azufre, un amarillo pardo, el cobre, azul y el bario es el que produce el verde, ahora bien, faltan muchos otros compuestos químicos que funcionan como estabilizadores, retardadores, catalizadores, que dan efectos como corridos, chispas, otros que hacen que el brillo sea más intenso.
Los vidrios dicroicos más nuevos llevan impresos unos patrones como cuadrados, círculos, escamas...
El dicroísmo tiene lugar también como fenómeno óptico en el cristal líquido debido en parte a la anisotropía óptica que presentan las estructuras moleculares de estos materiales, o a la presencia de impurezas (efecto conocido como tinte dicroico, o como efecto huésped-anfitrión).