Estas son el facón, la daga, las boleadoras y la lanza llamada chuza, junto al poncho y el rebenque, comprendiendo este sistema de combate desde sus comienzos a finales del siglo XVIII en la Banda Oriental (actual Uruguay) hasta su evolución en estos días, con una rica historia que estuvo presente desde la creación de la nación argentina.
Lo que lo define como tal es la existencia del guardamano o gavilán (en las armas blancas se conoce como guarnición - en la espada se llama cazoleta -) más o menos pequeño pero siempre existente, en forma de un simple travesaño en cruz, ese o u y la intrusión del cabo al medio del mango (eje simétrico).
Es usual ver representaciones gráficas del facón donde en realidad se está mostrando un cuchillo que no cumple con estos requerimientos constitucionales.
[7] Los caroneros generalmente no poseían guardamano o gavilán, para facilitar su salida del recado.
En la esgrima se basa mucho en la pelea de engaños y amagues, En estos casos se usaba un palito o simplemente el dedo índice tiznado o engrasado sustituyendo el arma.
Contaban con un bagaje técnico de lances y defensas, quites, esquives, hachazos, puñaladas, pero se buscaba humillar con un planazo en la cabeza demostrando al mejor esgrimista.
Cuenta la leyenda, que el espíritu malo hacía enfermar a los indios de la tribu, el espíritu bueno quería castigarlo y como no podía alcanzarlo tomo tres estrellas (las Tres Marías) las unió con un pelo de su barba y las arrojo, enredándolas en las piernas del espíritu malo, de este modo los indios aprendieron a confeccionar boleadoras.
Revoleadas sobre la cabeza y arrojada con fuerza a las patas, cuerpo o cuello del animal.
En época de la colonia era tan grande la ventaja que los indios poseían en los combates con armas blancas, que el virrey Vertiz abandonó las alabardas o chuzas para armar a los blandengues con armas de avancarga y sables y así poder luchar contra ellos, ya que solo temían a las armas de fuego.
Arze se enfrentaron con chuzas y las pocas armas de avancarga contra la columna inglesa del Gral.
Beresford, lo mismo sucedió en la Reconquista de Buenos Aires, en la cual, no hubo aceite hirviendo como en la escuela enseñan, sino, agua hirviendo, piedras, cuchillos y chuzas, y sobre todo, mucho coraje.
La evolución de los facones fue hacia hojas cada vez más cortas sin embargo todavía en el siglo XIX varios viajeros describieron a los paisanos como similares al mástil de un barco a causa del largo facón que llevaban en la cintura.
Hay, sin embargo, tres o cuatro palabras del vocabulario gauchesco que tienen origen gitano (currar, jeta).
Pero existen varios facones cuyas hojas son de espadas roperas recortadas.
Incluso, varios facones con hojas de bayonetas triangulares reforjadas como si fuesen un espadín corto.
El gaucho fue famoso por su destreza en el manejo del cuchillo, y su empleo en los tristemente célebres duelos, motivados por cualquier motivo: una contradicción, unas palabras inadecuadas, un asunto de polleras, o los ánimos exacerbados por la bebida, podían iniciarlo.
La intención no era matar al contrario, sino marcarlo para siempre con una cicatriz que señalara su derrota.
Solamente la repetición de las muertes convertía al gaucho en un matrero mal visto por la sociedad.
Como dijera alguna vez un viajero extranjero sorprendido por el uso del cuchillo por parte de los criollos: el gaucho se vale de su cuchillo tanto para abrir una res como para terminar una discusión.
Después vendrían tiempos diferentes, tiempos que siguiendo el tango de Manuel Romero, se describen como de coca y morfina, con sus drogados y sus traficantes, que sí llevaban pistolas.
Juan Moreira, la noche que fue asesinado, liquidó a una patrulla entera armada con carabinas y bayonetas, con su fiel facón de plata incrustado en oro, regalo del gobernador de la provincia, el mismo que lo vendió.