Su destino primero ha sido sostener las vides pero después se ha empleado para vestir las paredes con las ramas de los árboles dispuestos en espalderas.
El lujo se ha apoderado muy pronto de estos objetos, útiles en su origen, y se han formado en los jardines de recreo arcadas, galerías, pórticos y columnatas.
Hay muchos métodos de plantar los carpes o cualesquiera otros árboles destinados a formar estos emparrados.
El carpe en cierto modo no prevalece en las provincias meridionales a menos que por medio del riego conserve la tierra una humedad suficiente y así lo suplen con pies de morera rebajados.
Plántense, pues, estas moreras a 60 cm de distancia en una hoya muy profunda sin cortarlos bajo ningún pretexto la raíz central.
Difieren de los anteriores en las aberturas simétricas que se dejan de distancia en distancia y se forman de dos maneras: No hay duda que al primer golpe de vista agrada y causa admiración ver vencida esta dificultad pero al poco tiempo la constante uniformidad fastidia y hace volver la vista al campo, donde los árboles que lo adornan no están sometidos a la tijera del jardinero.
Los emparrados de este género están desnudos de ramas hasta cierta altura y a veces casi hasta el paraje donde las ramas empiezan a formar la bóveda.
Además de la bóveda general formada por la reunión de todos los árboles, se puede formar otra particular a los lados, entre cada dos árboles, y así en todos los domas.
El tilo de Holanda se presta a estas diferentes formas; y con él hay tres dificultades vencidas para este trabajo: Todos los árboles indicados son apropiados para emparrados pero los que quieran formarlos en menos tiempo se podrán servir o del castaño de Indias o del tilo.