El apelativo deriva de un término griego que significa continente, moderado.
Era la aplicación en terreno práctico de su teoría dualista: abstenerse y mortificarse para no colaborar en la obra del demiurgo.
La ideología encratita se percibió como un peligro para la Iglesia y para la sociedad, especialmente por su aversión al matrimonio.
San Ireneo le hace responsable, junto con Saturnino y Marción, de la nueva herejía.
Poco después de Taciano, un cierto Severo refuerza la herejía dándole un marcado carácter ebionita.
Los medios adoptados fueron de tres géneros: la refutación teórica de sus principios doctrinales, llevada a cabo por los patriarcas y escritores eclesiásticos, las sanciones canónicas y los edictos imperiales.
Entre los autores eclesiásticos que más eficazmente combatieron el encratismo teórico, destacan Ireneo, Tertuliano, Hipólito, Clemente de Alejandría y Orígenes.
Los que se nieguen a hacerlo deben ser excluidos del orden clerical.
Con todo, el golpe mortal para el encratismo en todas sus formas y variedades, no provino de las disposiciones del derecho eclesiástico, sino de las del civil.
Poco después del Concilio de Nicea, Constantino emanó una constitución contra los herejes.