Abd al-Qádir

La nota necrológica que The New York Times publicó tras su fallecimiento en 1883 le calificaba como uno de los dirigentes más capaces del siglo XIX.

Visitará Orán, Túnez y Egipto, donde quedó vivamente impresionado por la labor de modernización llevada a cabo por Muhámmad Alí.

Eso supuso un cierto descrédito para el general Desmichels que será sustituido por Trézel.

Con Trézel las tropas francesas seguirán acumulando derrotas hasta el gran desastre que en 1835 supuso la batalla de Macta.

En virtud del tratado Abd el-Qáder conseguía un territorio más extenso que en el tratado Desmichels aunque siempre bajo la soberanía formal de Francia que además se reservaba el control de ciertos enclaves costeros.

Como han señalado los J. Berque y A. Laroui, Abd el-Qáder creó un auténtico Estado en el sentido moderno del término.

Abd el-Qáder organizó un ejército, así como un sistema de plazas fuertes y fortificaciones defensivas.

Gran admirador de la medicina andalusí, planificó un sistema sanitario con equipos que incluían médicos y enfermeras.

Sus propios adversarios han sabido destacar el trato que dispensó a los cautivos por motivos de guerra.

Más tarde en mayo de 1841 cuando el avance del ejército francés llegue hasta sus puertas, la capital será incendiada y abandonada por sus habitantes.

Los términos del tratado de Tafna no eran claros y dieron lugar a nuevos desacuerdos.

El emir lo consideró una violación del tratado y se reanudará la lucha armada entre ambos bandos.

Según sus propias palabras, «no hay que correr tras los árabes, sino impedirles sembrar, recolectar, pastar».

Abd el-Qáder se refugiará en Marruecos con las escasas tropas que le seguían siendo fieles.

La poco conocida relación del emir con España ha sido rescatada por el profesor Miquel de Epalza.

Finalmente, al cabo de seis meses las autoridades francesas ordenarán su traslado a Amboise.

En 1848 llega al castillo de Amboise, donde todavía hoy se conserva expuesto su retrato.

En Amboise perderán la vida 25 personas de su séquito, cuyas tumbas pueden visitarse actualmente en el jardín del castillo.

Cuando en 1852 abandonó Amboise, igual que había ocurrido en Pau, la población despidió a sus huéspedes con afecto y estimación.

Napoleón III, gran admirador del emir, consideró un asunto de honor cumplir la palabra dada y permitirle exiliarse en Oriente.

Más tarde, en 1865 Napoleón III albergaría la idea de un reino árabe unido bajo soberanía francesa con el Emir al frente.

En 1855 con motivo del terremoto que sacude la ciudad, abandonará Turquía y se instalará definitivamente en Damasco.

Además se instalará junto con toda su familia en la casa que había ocupado el gran maestro andalusí hasta su muerte en 1240.

Sin embargo Abd el-Qáder no permaneció aislado de lo que sucedía a su alrededor.

Los otomanos siempre consideraron a los cristianos de Oriente como el puente que utilizaban las potencias europeas para su penetración en la región.

Esa tensión acabó por estallar en los enfrentamientos del monte Líbano que tuvieron lugar entre drusos y maronitas en 1860.

El compromiso y la acción de toda su vida estuvieron siempre orientados según los ideales del sufismo.

Fue iniciado al menos en cuatro tariqas o escuela sufíes, la Qadiriyya, la Naqshbandiyya, la Shadhiliyya y la Mevleví.

Será sobre estos manuscritos sobre los que realizará su labor de recopilación e investigación Osman Yahya.

Monumento al Emir Abd al-Qádir en Buenos Aires , Argentina, obra del escultor Mohamed Ourradi