Elecciones municipales de España de 1931

Tenían derecho al voto (que era obligatorio) los varones mayores de 25 años.Una de las características más notables de esta ley era el artículo 29, según el cual, en aquellos distritos en que solo se presentara una única candidatura esta resultaría elegida automáticamente sin necesidad de realizar ninguna votación (artículo del que abusaron los partidos del turno, Conservador y Liberal).Hubo provincias (como Ávila, Pontevedra, Salamanca, Teruel, Santa Cruz de Tenerife y Valladolid) en las que el número de concejales proclamados por el artículo 29 igualaba al número de concejales que quedaban por elegir y en otras incluso los superaba (como Gerona, Navarra, Lérida, Cuenca, Huesca y Las Palmas).[11]​[10]​ Sin embargo, como ha señalado Carmelo Romero Salvador, «el 5 de abril dejaba preocupantes señales para la causa monárquica que, a buen seguro, a políticos tan avezados como el conde no le pasaron desapercibidas».El monárquico José María Gil Robles decía en un mitin en Torrelavega: «Aunque estas elecciones son de tipo administrativo lo que está en cuestión es el tipo de régimen».[18]​ Carmelo Romero Salvador ha cuestionado la idea de que los monárquicos prácticamente no hicieron campaña electoral porque «la propaganda no solo queda reducida a los mítines y a la palabra en público.El cardenal Pedro Segura, amigo personal de Alfonso XIII, pidió expresamente el voto para las candidaturas monárquicas porque no hacerlo supondría una «traición para con la Religión y con la Patria».Lo mismo hizo el obispo de Vitoria, Mateo Múgica, quien advirtió que ningún católico podía votar a un partido político «que en sus programas, en sus periódicos, en sus meetings contenga y consigne doctrinas anticatólicas, ataques a los sagrados derechos de la Iglesia y a sus santas instituciones».[20]​ La propaganda electoral y los mítines de los monárquicos se basaron en el miedo.Si no queréis que España se hunda en el caos soviético, votad por la Monarquía».Conviene repetir estas cifras: ¡50 concejales igual, en cuanto al número de electores, que 18 000!»).Como ha destacado Carmelo Romero Salvador, el electorado era «consciente de que en las urnas se dirimía una cuestión diferente —fortalecer la monarquía o avanzar hacia la república— a la de cualquier otra elección anterior».Me bastó saber que en el centro del barrio de Salamanca, donde solo hay clase media y donde habita la aristocracia de la sangre y del dinero, el escrutinio resultaba adverso para los monárquicos».El diario Ahora publicaba: «La jornada electoral del domingo se caracteriza por un hecho indudable: la victoria de los candidatos republicanos».Las Provincias, periódico monárquico de Valencia, decía: «Hay que aceptar los hechos consumados.En cuanto a la adscripción política de los mismos, el ministro comunicó que 22 150 eran monárquicos y 5875 republicanos.Sobre estos datos, que solo se referían a un tercio del total de concejales y que no contabilizaban votos, la historiografía antirrepublicana y franquista posterior basaría la afirmación de que las elecciones las habían ganado los monárquicos, y todo ello con el objetivo de deslegitimar a la Segunda República.[40]​ La conclusión del estudio de Carmelo Romero Salvador sobre estas elecciones es contundente: es una «falsedad» afirmar «que las elecciones municipales que trajeron la República las habían ganado los monárquicos.Es muy probable que obtuvieran más concejales, incluso bastantes más... Lo que es seguro es que, en número de votos —sin distinciones cualitativas de rural y urbano, sino cuantitativas—, el triunfo de la conjunción republicano-socialista resultó para todos, o para casi todos, ya en aquel momento incontestable».El resultado de la elección no puede ser más deplorable para nosotros los monárquicos.Los ministros Gabino Bugallal y La Cierva apostaron por hacer uso del ejército para mantener la legalidad.Aquel inició contactos con Niceto Alcalá-Zamora para obtener seguridades sobre la vida del monarca.Tal exigencia fue repetida por el Comité Revolucionario, que se iba a convertir en Gobierno provisional, en un manifiesto publicado en los distintos diarios.Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten.Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil.Alfonso XIII abandonó el país sin abdicar formalmente y se trasladó a París, fijando posteriormente su residencia en Roma.
Portada del 13 de abril de 1931.