El revés de la trama

El libro detalla una crisis moral que cambia la vida del protagonista, Henry Scobie.

Aunque Freetown no se menciona en el libro, Greene confirmó la ubicación en sus memorias de 1980, Ways of Escape.

Wilson se aloja con otro colega llamado Harris, quien ha creado el deporte de matar las cucarachas que aparecen en su habitación cada noche.

Scobie la encuentra y, como está dirigida a alguien en Alemania, la confisca porque podría contener códigos secretos e información clandestina.

Scobie inicialmente se niega, pero después de un incidente en el que piensa erróneamente que Louise está pensando en suicidarse, acepta el préstamo y envía a Louise a Sudáfrica.

Poco después, los supervivientes de un naufragio llegan tras cuarenta días en el mar en botes salvavidas.

Una niña muere cuando Scobie intenta consolarla haciéndose pasar por su padre, que murió en el accidente.

Scobie se siente atraído por ella, tanto por el preciado álbum de estampillas como por su presencia física, aunque no sea hermosa.

Pronto comienza una apasionada relación con ella, siempre consciente de que está cometiendo el grave pecado del adulterio.

Sabiendo muy bien que el suicidio es la condenación definitiva según la doctrina de la Iglesia, al final procede a suicidarse con las pastillas.

Al mismo tiempo, siente compasión por una niña, salvada del hundimiento de su barco torpedeado, pero que no sobrevivirá más que unos pocos días, porque le recuerda a su propia hija, y le consume la percepción de su degradación y pecado.

Comete una segunda impostura al presentarse como un poeta etéreo (envía un poema dedicado a Louise a la revista de su escuela en Inglaterra y se lo muestra), aunque puede estar animado por sentimientos bastante viles, como lo demuestra su visita al burdel y sus celos enfermizos.

[6]​ DuBois cita un pasaje para ilustrar su caracterización de El meollo del asunto como una “parábola” de un hombre que es “víctima de su propia bondad aguda”, [7]​ y añade: “Ésa es la parábola del señor Greene: el lector buscará mucho hasta encontrar otra novela que explore ese malestar básico con tanta profundidad clínica y con tanta compasión”.

[9]​ Taylor añade que “el verdadero impulso al ascenso de la novela católica a mediados del siglo XX lo proporcionaron los conversos: Evelyn Waugh, Graham Greene y, un poco más tarde, Muriel Spark”.

[9]​ Taylor ofrece esta observación sobre la respuesta crítica a estas obras de inspiración católica:

Bradfield añade: "Es difícil pensar en algún novelista comercial igualmente productivo hoy en día que hable tan vigorosamente contra las devociones religiosas y políticas".