El pintor de Flandes

Para tal efecto, Villamediana contrata los servicios del joven pintor flamenco, Paul van Dyck, quien descubre poco a poco las intrigas y problemas en los que se ha metido al pintar el retablo.

Olivares sabe que el conde de Villamediana está maquinando constantemente intrigas para desprestigiarlo y que cuenta con el apoyo de la reina Isabel; espera una oportunidad para cogerlo.

Este acepta inmediatamente, viendo así, pintando independientemente en la capital del reino, la posibilidad de sobresalir.

Así, Paul ve realizado su sueño de mezclarse con la nobleza y ser conocido.

La lleva al taller secreto y la pinta como un personaje más en el retablo.

Al día siguiente, se corre la voz de que el conde había aprovechado la ocasión para sobrepasarse con ella.

En Madrid se queda Fernando al cargo de la casa y recabando las noticias que circulaban sobre el acontecimiento.

Paul intenta escaparse de la casa donde está prácticamente cautivado y se cae del caballo.

Los reyes y el conde-duque de Olivares están impacientes, quieren que el inglés se marche ya, antes de que todo se enrede más y acabe terminando en un conflicto diplomático.

Paul entiende inmediatamente el sucio plan del conde y se siente usado, traicionado, pero dentro del peligroso juego, ya que días antes había sido llamado por el conde-duque de Olivares para charlar: este logró informarse sobre la labor del pintor a través de su hija.

26 años más tarde, Paul recuerda en la isla con sarcasmo e ironía la historia en “compañía” del conde de Villamediana.

Se utilizan algunas palabras antiguas, especialmente para describir la vestimenta, los usos y las costumbres de aquella época: jubón, hacer la rúa, mentidero, figón, por ejemplo.

La novela está ambientada en sitios y años diferentes del siglo XVII: La obra está dividida en 15 capítulos, que a su vez se dividen en varios episodios, a excepción del primer capítulo.