En dicha lección no da una visión genealógica, como en el resto de sus obras.
Es decir, que busca comprender las tácticas y estrategias que utiliza el poder, va a enumerar todos los procedimientos utilizados para conjurar los poderes y peligros del discurso.
La palabra prohibida es el procedimiento más evidente y familiar, es decir, “uno sabe que no se tiene derecho a decirlo todo, que no se puede hablar de todo en cualquier circunstancia, que cualquiera, en fin, no puede hablar de cualquier cosa”.
Foucault historiza este sistema al contrastarlo en su funcionamiento en la Edad Media y la época contemporánea.
Durante la Edad Media, el loco era aquel cuyo discurso no podía circular como el de los otros, puesto que su palabra es considerada como nula y sin valor, así que no contenía ni verdad ni importancia, razón por la cual no era posible ni siquiera que sirviera para testimoniar o autentificar algo: de igual manera a partir de su palabra se reconocerá la locura y se le segregará.
Debido a su propiedad histórico-modificable, se ve que en la época de los griegos (siglo VI) el discurso verdadero era aquel que era dicho por quien tenía el derecho y según el ritual requerido, así como no sólo anunciaba el porvenir, sino que contribuía a su realización; después se habría de desplazar la verdad superior del discurso de lo que era y hacía para residir en lo que decía, es decir, la verdad se desplazó del acto de enunciación al enunciado mismo.
Este tiene distinta significación de acuerdo al periodo y al tipo de discurso en que se sitúe, así por ejemplo, desde el siglo XVII en el discurso científico esta función se ha ido oscureciendo de modo que el nombre sirve apenas para designar a un teorema o teoría.
(c) “Sociedades de discurso”: son aquellas cuyo cometido es conservar o producir discursos, empero los hacen circular en un espacio cerrado, distribuyéndolos según reglas estrictas, es decir, regulan la apropiación del secreto y la no intercambiabilidad.
[9] Foucault señala que pese a que esta parezca una sociedad tan respetuosa hacia el discurso (logofilia), atrás de esto se esconde un temor que, si se desea analizar en sus condiciones, su juego y sus efectos, es necesario replantearse la voluntad de verdad, restituir al discurso su carácter de acontecimiento y, finalmente, borrar la soberanía del significante.
Para lograr esto es necesario seguir ciertos procedimientos: (1) Trastrocamiento: reconocer en esas figuras que se consideran la fuente de los discursos el juego negativo de un corte y una rarefacción del discurso.