Más adelante será el criado del alférez, Camilo, quien le lleve los vestidos a Fortuna.
Gracias a que Fortuna interviene, terminan las insinuaciones de la vieja y Camilo se va.
Para conseguir que Castrucho se vaya, el alférez le da una cadena.
Teodora les pide que maten a Castrucho, y ellos le prometen hacerlo.
Castrucho al entablar conversación con ella pone en duda que sea un hombre.
Castrucho se inventa que Don Héctor y Don Álvaro han acordado envenenar la comida del alférez para deshacerse de él, «advertencia» que él agradece y recompensa.
Teodora, tras la marcha de los tres españoles, se encuentra con el general del ejército y Don Rodrigo.
Ya en la casa de Fortuna, ella se muestra interesada por Beltrán y le pide un beso.
Justo en ese momento entra el alférez, que quiere ver a Fortuna y gozar de ella.
Teodora ordena a Fortuna irse con el alférez, suponiendo que Castrucho ya estará muerto.
Teodora les baña con orina desde la ventana, y ambos salen corriendo tras entrar Castrucho.
Sin embargo, el rufián, una vez que Teodora baja a abrirle, la apalea.
Beltrán le dice que Fortuna, para esquivar a Don Jorge, intentó mantener relaciones con él.
Teodora, por su parte, enseña a Fortuna cómo ha de comportarse con él para seducirlo y sacar provecho.
Fortuna se prepara para encontrarse con el general, pero no puede dejar de pensar en Beltrán, creyendo que puede estar muerto por su culpa.
Le promete a Don Jorge dársela esa noche, pero nada más lejos de la realidad.
El general rompe la posibilidad de un encuentro entre Fortuna y el maese haciendo sonar una alarma falsa que obliga a Don Rodrigo a marcharse antes de que ocurra nada entre ellos.
Al descubrir que ellas estaban buscando a Don Jorge y Don Álvaro respectivamente, el general ordena que se casen con ellas, y así, de hecho, se hace.
Casa, además, a Fortuna con Castrucho, como prometió, y a él lo nombra capitán de infantería, cosa que él venía persiguiendo, dado que quería demostrar sus habilidades de espadachín.