Eduardo fomentó las buenas relaciones entre Gran Bretaña y otros países europeos, especialmente Francia, por lo que fue conocido popularmente como «el Pacificador».
A los siete años, Eduardo emprendió un riguroso programa educativo ideado por el príncipe Alberto y supervisado por varios profesores.
Observó a Charles Blondin atravesar las cataratas del Niágara sobre la cuerda floja y permaneció durante tres días con el presidente James Buchanan en la Casa Blanca.
Durante ese tiempo, la actriz Nellie Clifden fue introducida a escondidas en su tienda por sus compañeros oficiales.
El príncipe Alberto, aunque enfermo, quedó consternado y visitó a Eduardo en Cambridge para reprenderlo.
La reina Victoria mantuvo opiniones contradictorias sobre si la pareja resultaría adecuada dado el clima político.
La pareja tuvo seis vástagos, al parecer, todos fueron prematuros; el biógrafo Richard Hough pensaba que la princesa engañaba deliberadamente a la reina Victoria sobre la fecha probable de parto porque no quería que estuviera presente cuando daba a luz.
Eduardo siempre se esforzó por ser discreto, pero no consiguió impedir los rumores ni las especulaciones de la prensa.
[24] En 1869, sir Charles Mordaunt, miembro del parlamento británico, amenazó con nombrar a Eduardo como corresponsable en su juicio de divorcio.
Finalmente no lo hizo, pero Eduardo fue llamado como testigo en el caso a principios de 1870.
Aunque no fue probado nada más y Eduardo negó haber cometido adulterio, la sugerencia de deshonestidad fue dañina.
[26] Sin embargo, su madre no le permitió desempeñar un papel activo en el funcionamiento del país hasta 1898.
En aquella ocasión, Eduardo insistió en colocar personalmente al pequeño en su féretro «con lágrimas corriendo por sus mejillas».
[54] Podía permitirse ser magnánimo: su secretario privado, sir Francis Knollys, afirmó que fue el primer heredero al trono con saldo positivo en sus cuentas.
[60] Dos semanas más tarde se anunció que el rey estaba fuera de peligro.
[59] Eduardo reformó los palacios reales, reintrodujo las ceremonias tradicionales, como la Ceremonia de apertura del Parlamento, que su madre había dejado de lado, y fundó nuevas órdenes honorarias, como la Orden del Mérito, para reconocer las contribuciones a las artes y las ciencias.
Su negativa amenazó con dañar los esfuerzos británicos por ganar influencia en Persia,[63] pero a Eduardo le molestaron los intentos de sus ministros por reducir los poderes tradicionales del rey.
Una visita al papa León XIII en Roma ayudó a crear la atmósfera para la Entente Cordiale anglo-francesa, un acuerdo que delineaba las colonias británicas y francesas en África del Norte y descartaba cualquier futura guerra entre los dos países.
[66] Eduardo estaba relacionado con casi todos los monarcas europeos y llegó a ser conocido como el «Tío de Europa».
[67] Sin embargo, había un familiar que a Eduardo le disgustaba, su difícil relación con su sobrino, el emperador Guillermo II, exacerbó las tensiones entre Alemania y Gran Bretaña.
[75] El rey estuvo íntimamente involucrado en la designación del sucesor de Fisher; ya que la riña entre Fisher y Beresford había dividido al servicio, la única figura conocida y verdaderamente calificada fuera de ambos bandos era sir Arthur Knyvet Wilson, quien se había retirado en 1907.
[79] Eduardo rara vez estuvo interesado en la política, aunque sus opiniones sobre algunos temas eran notablemente liberales para la época.
En otros asuntos fue menos progresista: por ejemplo, no apoyó el sufragio femenino,[5][81] aunque sugirió que la reformadora social Octavia Hill integrara la Comisión de vivienda para la clase obrera.
El rey estaba descontento con los ataques liberales a los pares, lo que incluía un polémico discurso de David Lloyd George en Limehouse.
Se fumó un cigarro al mediodía y sufrió un infarto, muriendo a las 23:45 en el Palacio de Buckingham.
[87] Como rey, Eduardo VII resultó un éxito mayor del que nadie esperaba, pero ya era un hombre viejo y tuvo poco tiempo para desempeñar ese rol.
Durante su breve reinado, se aseguró de que su segundo hijo y heredero, Jorge, estuviera bien preparado para ascender al trono.
Como su nieto escribió: «Su lado más ligero [...] oscurece el hecho de que tuvo conocimiento e influencia».
[90] «Tuvo un enorme entusiasmo por el placer, pero también tenía un verdadero sentido del deber», escribió J. B.
Las reformas navales y la alianza anglo-francesa que había apoyado, así como las relaciones entre su vasta familia real, fueron puestas a prueba.