Fabini es considerado el más elevado y positivo valor de la música culta uruguaya.
Se inició en la composición, realizando sus “Tristes” para orquesta, dos “Intermedios”, un “Estudio arpegiano” para piano, y el coro “Las flores del campo”; al tiempo que como ejecutante obtuvo el Primer Premio de Violín con Distinción, otorgado por el Conservatorio de Bruselas.
Fue Fabini el primer sudamericano que en aquel ambiente hizo oír expresiones de nuestra música nativa.
Regresó al Uruguay en 1903, dándose a conocer como solista en diversas presentaciones realizadas en el Teatro Solís de Montevideo, que despertaron general admiración.
Alentado por ese éxito, Fabini prosiguió con una intensa actividad en la composición de obras que evocan los sonidos y ambientes del campo uruguayo; presentando poco después su otro poema sinfónico, titulado “La isla de los ceibos”.
Román Viñoly Barreto dice que «Fabini nunca sintió la preocupación del innovador; no buscó jamás poner en evidencia conocimientos de técnica; dice su música así, porque de ese modo la siente, y como no está en sus intenciones la esperanza de una vanidosa gloria, ni busca más premio que el del silencio que tanto ama, ocupa un plano de sorprendente sinceridad».