En la década de los años 30, Eduardo Brito se presentó en todos los países del Gran Caribe Hispano y realizó en Nueva York históricas grabaciones como "La mulatona" y "Lucía", esta última con letra de Joaquín Balaguer.
Por esos años, el compositor cubano Eliseo Grenet, director de una compañía de zarzuelas quedó impresionado por el joven cantante y le contrató para que integrara parte del elenco durante una gira por Europa.
Finalmente su voz le lleva al encuentro de músicos con reconocido prestigio en la región y canta en el Café Yaque, donde obtiene gran éxito.
Ese producto, que por la fecha se importaba desde Cuba, realizaba frecuentemente tales eventos, de manera promocional.
Durante esos cuatro años fue tanta la bonanza para el divo, que estuvo en condiciones de crear su propia compañía.
Y aquel avance sólo pudo ser detenido por la apocalíptica conflagración mundial que tuvo como preludio a la guerra civil española.
Hasta 1944 estuvo girando con frecuencia a Puerto Rico, Cuba, Colombia, Venezuela y Panamá.
La vida había transcurrido muy velozmente para él; sus dones naturaleza le habían hecho trasponer estratos sociales y elevarse muy por encima de la educación que recibió; su capacidad autodidacta lo hizo saltar por sobre su modesta formación académica y su brillante imaginación le proveyó de gran fortuna en las tablas.