Una vez graduado fue a trabajar en la Librería CIMA, cuyo Gerente era el señor Don Luis Carrera, uno de los cuatro accionistas “quien le inculcó la curiosidad por la letra impresa y la pasión por el oficio de librero”.
[1] Poco a poco fue tomando cariño por este trabajo, pero aspiraba mucho más; deseaba incursionar en estudios universitarios, ingresar a la Escuela de Periodismo; Luis Carrera al saber sobre estos afanes, le hizo ver que “la librería es la mejor universidad, Usted lea, lea mucho y aprenderá a escribir” (Freire 1997).
Fueron muchos los libros que le recomendó el maestro, y además, aprendió tanto de las conversaciones con los clientes especiales, muchos de ellos literatos, escritores reconocidos a nivel Nacional, quienes visitaban la librería en la búsqueda de lo más actualizado de las publicaciones, cada uno con su personalidad como Benjamín Carrión, Alfredo Pareja Diezcanseco, Jorge Icaza, Ricardo Descalzi, Hernán Rodríguez Castelo, Patricio Quevedo, Pedro Jorge Vera, etc. y aprendió el secreto del buen hablar, escuchar, mirar y discernir.
El médico Fabián Guarderas puso en la prensa un comentario que coloca una verdadera etiqueta al personaje “Edgar Freire es un valor intelectual casi irreemplazable y, por donde se lo mire, un ejemplo a imitar, lo conozco y disfruto de su generosa amistad desde hace muchos años.
No menos importante es su trabajo involucrado en la parte editorial; en estos últimos 20 años “nos viene regalando en la prensa nacional puntuales ficheros, comentarios y estudios sobre las publicaciones ecuatorianas”.
[1] Producto de su tesonero esfuerzo es “El libro nacional: ese desconocido” (1987), “Desde el mostrador del librero” en 3 volúmenes[2] y “En esas viejas librerías” (1993); no cabe duda de que este es un trabajo pionero que no demuestra sino el amor por conservar, recopilar y mantener la memoria de las publicaciones y que ojalá sea continuada su labor por otros “quijotes” como Edgar Freire Rubio.
[1] Así podemos deleitarnos de narraciones históricas que son tomadas en cuenta en la obra “El derecho y el revés de la memoria, Quito tradicional y legendario”.