Libro del Eclesiastés

Qohéleth ha sido traducido a partir de Lutero como "el predicador" (Der Prediger) o mejor aún "el orador -(persona que expone un tema ante una audiencia)".

Eclesiastés es un libro cuyo autor se llama a sí mismo "hijo de David" y "rey en Jerusalén" (Eclesiastes 1:1), atribuido, al igual que el Libro de Proverbios, al rey Salomón.

Aunque esto es claro, mucho más difícil resulta establecer con cuál de las tres grandes corrientes de pensamiento helénico comulga o simpatiza: no se sabe si fue cínico, epicúreo o estoico.

Sin embargo, los indicios no son suficientes todavía como para afirmar con certeza la diversidad de autores.

[9]​ Estaba en el canon judío para el siglo I d. C. y aunque se elevaron dudas en ese ámbito, el Concilio de Jamnia los disipó.

En el ambiente cristiano, solo Teodoro de Mopsuestia opuso o minimizó la canonicidad del libro.

La estructura del Eclesiastés se presenta como difusa, o formada por una serie de 35 apartados sin conexión.

Recomienda aceptar con serenidad las desgracias y la adversidad, pues también ellas serán tan pasajeras como lo es todo en la vida del hombre.

El Eclesiastés formula varios tópicos literarios universales del desengaño: Edad de oro o "Cualquiera tiempo pasado fue mejor", Vanitas vanitatum, Ubi sunt?, Nihil novum sub sole... pero la conclusión principal tiene que ver con el conocido carpe diem: disfruta del día, disfruta del momento, aprovecha lo que la vida te ofrece para equilibrar el dolor.

Así, al final del Libro de Job, este, al depositar su confianza en Dios, alcanza una vida larga y próspera y mucha descendencia, la máxima expectativa de un ser humano.

Vanidad de vanidades, y todo tipo de vanidad . Óleo que representa al rey Salomón ya anciano y meditabundo (Isaak Asknaziy, Rusia, siglo XIX ).