El Dornier Do X fue en su momento el mayor, más pesado y potente avión del mundo.
Aunque financiado por el Ministerio de Transportes alemán, fue ensamblado en la planta suiza Dornier Werke Altenrhein,[1] a orillas del lago Constanza, para así evitar los términos restrictivos del Tratado de Versalles, que prohibían construir en Alemania cierto tipo de aviones y motores aeronáuticos tras la Primera Guerra Mundial.
Los pasajeros accedían al interior mediante un portalón lateral existente sobre el soporte en forma de ala recortada que hacía la función de pontón o flotador ubicado en la obra viva, en el sector centro delantero del casco.
Se había previsto que el avión transportara 100 pasajeros en vuelos transoceánicos.
Debido a esto, el vuelo hubo de retrasarse otros tres meses.
[3] Aquí pasó el avión los nueve meses siguientes, en los que sus motores fueron puestos a punto y miles de turistas se desplazaron al aeropuerto Glenn Curtiss (actual Aeropuerto La Guardia) para ver al leviatán del aire.
El Do X original fue entregado a Deutsche Luft Hansa, ya que las finanzas de Dornier no permitían seguir operándolo.
Luft Hansa planeó un vuelo del Do X a Viena, Budapest y Estambul en 1933.
Aunque el fracaso fue ocultado como éxito y el avión fue reparado, éste retornó a Berlín, donde se convirtió en la pieza principal del nuevo Museo de la Aviación alemana de Berlín en 1934.
[6] Tres Do X fueron construidos en total, el original, operado por Dornier y Deutsche Luft hansa AG, y otros dos aparatos encargados por la aerolínea privada italiana Società Anonima Navigazione Aerea (SANA).
Por otro lado, la Regia Aeronautica experimentaba de la mano del mariscal y Ministro de la Aviación Italo Balbo y en plena época de sus "proezas aeronáuticas" como las dos famosas expediciones aéreas transatlánticas una tendencia a "sobresalir" sobre otras fuerzas aéreas, lo que, dada la naturaleza, tamaño y tecnología del Dornier llamaron, por motivos más que obvios, su atención.