Finalmente el cargo recayó en Domingo Peña Fernández, que en ese momento ya estaba tonsurado.
[2] Al día siguiente se creó una comisión para entregarle el archivo de música tras haberlo inventariado.
[1] Peña debía tener una personalidad muy particular y no pasaba desapercibido, tal como relata Augusto Pozzi en sus memorias.
Por ejemplo, la Catedral había recibido como regalo un manicordio del obispo de Zamora, Bernardo Conde y Corral.
Peña se llevó el instrumento a casa, donde lo tocaba para su disfrute musical o para las visitas.