Aunque existen numerosas definiciones de dolor, casi todas implican dos componentes clave.
Para tratar esta cuestión en lo relativo a la capacidad de otras especies para experimentar dolor, se utiliza un argumento por analogía.
Este se basa en el principio de que, si un animal responde a un estímulo de una manera similar a los humanos, es probable que haya tenido una experiencia análoga.
Por ejemplo, la capsaicina química se usa de manera habitual como un estímulo nocivo en experimentos con mamíferos; sin embargo, el roedor Heterocephalus glaber, una especie peculiar que carece de neuropéptidos relacionados con el dolor (por ejemplo, la sustancia P) en fibras sensibles cutáneas, muestra una falta única y remarcable de comportamientos relacionados con el dolor al ácido y la capsaicina.
[3] Algo similar ocurre con los nociceptores desencadenadores de capsaicina en algunos invertebrados,[4][5] pero esta sustancia no es perjudicial para la Drosophila melanogaster.