Do desejo
[3] Encontramos así en la obra una lírica intimista, existencial e interrogativa, cuyos primeros ejemplos modernos tendrían en los años 30 la poesía de Augusto Frederico Schmidt, Cecilia Meireles, Henriqueta Lisboa.[6] La literatura vuelve la mirada sobre sí misma, así como los autores, que se exploran para escribir con la mayor individualidad posible, aunque a su vez intentan hacerse cargo de las herencias de las vanguardias y el Modernismo brasileño.A continuación, ubicado en el centro del libro, se encuentra Amavisse, publicado anteriormente en 1989.Do desejo describe la revelación ante la Nada: destino y condenación de la existencia.[14] El yo lírico experimenta otra vía de relación con la omnipresente muerte centrada en el afecto y que articula la imaginación de la misma en un interesante desdoblamiento hacia el territorio amoroso, pues "no hay horror en la muerte hilstiana que ya no se haya convertido en una compañía íntima en la vida propia vida".Sin respuesta ni respaldo ante la crueldad divina (que tolera el sufrimiento en la tierra) y de la superficialidad humana (interesada exclusivamente en el propio placer), usa la obscenidad transgresora como instrumento de provocación y rama.[18] Veremos que Hilda, cuando trata a Dios, entra con libertad en este campo, buscando deshacer muchos misterios alrededor de lo divino.Vemos en sus versos como la poeta propone la idea de un Dios como un ser común, que no puede actuar en favor del hombre, y con quien establece un intenso diálogo, tal como vemos en la última sección del libro, Sobre a Tua Grande Face.[22] También compuesto por una secuencia de diez poemas, Da noite guarda muchos puntos en común con Do desejo.En esta parte se radicaliza la visión del amado en nombre de un amor metafísico.[23] En la tercera sección del libro, Amavisse (del latín: "haber amado"), la poeta se encuentra solo consigo misma y, si en los primeros poemas de esta parte la voz poética aparece alabando la poesía y rogando “llévame contigo.Es decir, tanto el deseo como la palabra son dependientes de complementos, ambos poseen parentesco en la falta, no están completos, como las astillas, como la voz poética.Además, en esta parte hay una interrogativa existencial constante y la voz poética se enfrenta a los límites de la razón vislumbrando que el discurso, medio habitual para el esclarecimiento, se muestra del todo insuficiente ante la dinámica y los misterios de la existencia.Existe en esta parte una interlocución con una segunda persona identificada con Dios (el “sin-nombre” en el poemario), con el cual se establece un diálogo de seducción.