Esto creó resentimiento entre la gente del pueblo, aumentando su deseo de reforma fiscal.
El 11 de junio, Alejo convenció a la gente para permitir que Morozov fuese exiliado en el Monasterio Kirilo-Belozerski, en Siberia.
Mientras se apagaban los rescoldos, y con la mitad de Moscú en ruinas, la revuelta desapareció gradualmente.
Así, los resultados de la revuelta quedaron anulados, y el statu quo anterior salió fortalecido a través del código legal.
La mayoría de estas revueltas tuvieron lugar en ciudades fortificadas del suroeste del país, pobladas por siervos huidos y personas de clase humilde.
Se habían apuntado al servicio de las armas para mejorar su condición social, y temían reformas gubernamentales que los pudiesen perjudicar.
Es significativo que el Sobornoye Ulozheniye hizo la huida virtualmente imposible para los siervos.