La práctica de honrar a la Virgen María el día sábado es una costumbre muy antigua que suele atribuirse al monje benedictino Alcuino de York (735-804) que compuso un misa votiva para cada día de la semana en la corte de Carlomagno, asignando el sábado a María.
Esta práctica fue promocionada por el obispo Antonio Polin de la Diócesis de Adria y se extendió por Italia.
El 10 de diciembre de 1925, Sor Lúcia narra que vio aparecerse en su celda del convento de las Doroteas de Pontevedra al Niño Jesús y a la Virgen María quien le pidió que propagara la devoción de los primeros sábados en reparación del Inmaculado Corazón de María:Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes.
Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación.Para obtener las gracias de la promesa es necesario: Las cuatro cosas deben realizarse con la intención específica de reparar al Inmaculado Corazón de María.
Particularmente se han de considerar cinco blasfemias y ultrajes contra la Virgen María: las blasfemias contra la Inmaculada Concepción; contra su virginidad perpetua; contra su divina maternidad (y el reconocimiento de la Virgen como Madre de los hombres); las blasfemias de quienes pretenden sembrar en el corazón de los niños la indiferencia, el desprecio o incluso el odio hacia la Virgen inmaculada; las ofensas y ultrajes que se cometen vandalizando o profanando las imágenes de María.