Llegados a Nueva York en mayo, pasaron nueve meses viajando a través del país, observando no solamente las prisiones sino muchos otros aspectos de la sociedad estadounidense, como la economía y la política.
En cambio, Tocqueville, que estaba fascinado por la política estadounidense, escribió un análisis político y hereditario La democracia en América es sobre todo un análisis sobre la democracia representativa republicana, y las razones por las que había tenido tanto éxito en los Estados Unidos.
El segundo tomo trata sobre la influencia que la democracia (esta vez como transformación social y como régimen político al mismo tiempo) ejerce sobre la sociedad civil, es decir, sobre las costumbres, las ideas y la vida intelectual.
Más allá de la erradicación de la aristocracia del Viejo Mundo, los estadounidenses comunes también se negaron a ceder a aquellos que poseen, como lo expresó Tocqueville, con un talento y una inteligencia superiores, y estas elites naturales no pudieron disfrutar de una gran participación en el poder político como resultado.
Al mismo tiempo, los compara constantemente con su natal Francia ––y con Europa, en general–– y critica cualquier extremo al que se ha llegado o pueda llegarse: tanto un gobierno absoluto, como uno ampliamente democrático, pues ambos implican riesgos.
Por otro lado, el volumen II trata la sociedad americana como tal: sus costumbres, sus ideas, sus métodos filosóficos, y cómo ciertos factores, incluso individuales o familiares, desarrollan fenómenos que la permiten estar en paz.
Analiza los tipos de administración descentralizada y sus consecuencias en los Estados Unidos, y menciona que, aunque existe una centralización gubernamental[2], esta se manifiesta principalmente en la sociedad, pues los americanos “no obedecen a un hombre, sino a la justicia o a la ley” (p. 146), y es la acción de fuerzas individuales la que se conjunta con las sociales[3].
Por esta misma razón, los americanos se ven obligados a aceptar los dogmas y verdades morales de la cristiandad.
Asimismo, ha percibido que en América, la “mayoría” se hace cargo de crear opiniones[2].
A pesar de esto, también establece que mientras los hombres vivan en mayor igualdad y similitud, es más importante que la religión no choque con las ideas aceptadas socialmente y los intereses generales de la mayoría.
Esta subordinación explica por qué las sociedades democráticas últimamente tienden a ser individualistas[4].
Este individualismo, no obstante, ha de ser combatido en las instituciones, pues el despotismo es una garantía casi segura del aislamiento del hombre (p. 480), y las asociaciones[5] entre similares son las que conformarían entonces la vida civil.
A pesar de esto, los americanos consideran que la naturaleza ha dividido a hombres y mujeres mediante su constitución física y moral, por lo que se empeñan en dividir las funciones de ambos para lograr el progreso.
Que tales cosas hayan ocurrido o no es hoy en día discutible.
Tocqueville le da una gran importancia a la religión no solo como doctrina (ya que él era católico) sino como mecanismo político y medio de crear leyes basadas en las Sagradas escrituras.
Respecto a la religión, Tocqueville explica cómo la doctrina religiosa cristiana se alinea particularmente bien con los valores democráticos de la comunidad: el amor al prójimo, la libertad y la igualdad (2010, p. 468).
Dicho lo anterior, Tocqueville no otorga el mismo nivel de importancia al proceso inverso: cómo las instituciones influyen y configuran a la sociedad.