[2] Este éxito animó a Darracq, que emprendió la construcción de un extravagante vehículo, que sería el automóvil de competición más potente del mundo durante muchos años.
Tras regresar a Francia, el Darracq fue adquirido por el piloto Algernon Lee Guinness,[3] que en los tres años siguientes batió diversas marcas europeas.
Poco más se supo del vehículo hasta 1954, cuando falleció Guinness.
Dos años después, fue adquirido por Gerald Firkins, quien se lo vendió en 2006 a Mark Walker.
Walker, un experto en la restauración de coches antiguos, devolvió el vehículo prácticamente a su estado original.