[1] Trabajó principalmente desde sus talleres de Madrid y Segovia, pero su obra se extiende por toda la geografía española, y gracias a su participación en distintas exposiciones internacionales, pueden encontrarse piezas suyas en diferentes países de Europa.Su madre fue Ramona Boneta, una especialista en galvanoplastia, y su padre Eusebio Zuloaga, un arcabucero de Isabel II que ocupó la dirección de la Real Armería de Madrid y por ello armero, que conocía las artes del metal e investigaba para aplicar los esmaltes a las armas, recuperando técnicas como el damasquinado.Durante sus comienzos visitaba frecuentemente el Museo del Prado, donde estudió y copió las obras maestras allí expuestas, relación que mantuvo muchos años, pues en 1906 consta como copista del museo en los registros del mismo, y en 1911 recomendó a un ceramista de Talavera para que copiase en el museo.[2] Tras grandes inversiones económicas se consiguió sacar a flote la fábrica, y la mayor novedad de la reapertura fue la producción de azulejos murales, pues en sus anteriores etapas la producción había estado restringida a los clásicos objetos decorativos.Además, realizaron diversidad de piezas para su propio pabellón en la exposición, así como la decoración exterior del mismo.Guillermo la abandonó en 1886 a causa de sus problemas económicos y se trasladó a trabajar en una fábrica de Bilbao, por lo que definitivamente La Moncloa cerró sus puertas, y aunque los hermanos Zuloaga confiaban en volver a trabajar en ella, Daniel abrió su primer taller de forma independiente.[3] Una vez cerrada La Moncloa, Daniel montó un pequeño taller en Vallehermoso (Madrid), donde seguramente realizó la decoración del Palacio de Cristal del Retiro, encargada por el arquitecto Velázquez Bosco, con quien había trabajado ya en el Palacio de Velázquez.[1] Segovia no habría sido la misma sin los Zuloaga ni la obra de estos se entendería sin la ciudad.La idea de dirigir esta fábrica había sido contemplada por Daniel años atrás, cuando en 1901 su amigo Rogelio Gordon le informó del posible cierre de la fábrica, pues su decadencia era total, pero debido a los compromisos que tenía adquiridos no pudo llevarlo a cabo.Fue en este momento cuando es reconocido como un genio, y calificado como un ceramista reencarnado de los del Renacimiento, como los Della Robbia, alimentando su figura de una leyenda que no pasó inadvertida fuera del país.En esta ciudad realizó la mayor parte de su obra, y muchos arquitectos se disputaban su colaboración en las obras que llevaban a cabo, como Luis Bellido o Julio Galán que renunciaron en diversas ocasiones a parte de sus beneficios con tal de que Zuloaga decorase sus edificios.Además, el taller pronto comenzó a ser frecuentado por personajes del mundo del arte y la cultura, como Francisco Alcántara, Mariano Benlliure, Ángel Ferrant, Paco Durrio, José Capuz, Sebastián Miranda, Pablo Uranga o Carmen Tórtola Valencia, quien llegó a bailar en el templo románico.Tanto éxito tuvo su obra entre la sociedad catalana, acostumbrada al modernismo de Gaudí y otros contemporáneos, que le llevó a escribir una amplia crítica sobre la cerámica en los edificios de Barcelona en la publicación Hojas Selectas.Dos años más tarde su fama había llegado a todos los rincones del país, y fue requerido en diversas ciudades: Barcelona, Madrid, Salamanca, Huelva, Gijón, Bilbao, Toledo y Zaragoza, entre otras.En él construyó varias habitaciones, la cocina y un baño, azulejado con cerámica del taller, que aún se conserva en la iglesia.Viajó a Tánger en busca de nuevos descubrimientos, al mismo tiempo que se prepararon dos exposiciones, en Madrid y Barcelona.De los tres hermanos Zuloaga, fue Daniel quien alcanzó mayor maestría como pintor y dibujante, como lo demuestra el retrato que dedicó a su padre.[8] También fue el único que tuvo una larga trayectoria, debido a la muerte prematura de sus dos hermanos; no obstante, la obra de Guillermo y Germán también es amplia y destacada, colaborando con Daniel en los encargos solicitados.Mención especial merecen dos trabajos realizados por Daniel, pues aún sin ser cerámica, su autoría le pertenece.Durante los primeros años continuaron trabajando de forma incansable, participando en ferias nacionales e internacionales donde cosecharon importantes premios, pero la Guerra Civil supuso para la familia un periodo de crisis del que jamás se recuperaron.Cándida Zuloaga Estringa fue la única que cedió al Estado su parte de la herencia para la creación del museo que, tras diversos avatares sufridos en el tiempo, continúa abierto al público en la actualidad.
Los hermanos Zuloaga con los trabajadores en La Moncloa (c. 1883).
Pabellón de los Zuloaga en la Exposición de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales de Madrid (1883).