Fue uno de los filósofos paganos perseguidos por Justiniano I a comienzos del siglo VI, y se vio obligado a exiliarse en la corte persa hasta que se le permitió volver al imperio.
Las condiciones de vida les resultaban intolerables, y cuando al año siguiente el emperador y el rey persa firmaron un tratado de paz, se permitió a los filósofos volver a Occidente.
[1] Se cree que Damascio regresó a Alejandría y trabajó allí en sus obras.
Sin embargo, la Iglesia cristiana conservó algunas ideas neoplatónicas hasta finales de la Edad Media, debido sobre todo a la enorme influencia del corpus del Pseudo-Dionisio Areopagita.
El principio primero de todas las cosas, la suprema Unidad, es una profundidad divina insondable, inefable e indivisa.