Sin embargo, como este término es peyorativo, los rebeldes prefirieron llamarse a sí mismos los “tardíos” o los “cazadores de ladrones”, según la región.
[3][4][5] La agitación en el medio rural había sido casi constante durante los conflictos, pero los levantamientos campesinales se multiplicaron en la década de 1590, como en Champaña, en puntos del norte y este de París, en Baja Normandía, Delfinado, Vivarés y Provenza.
Según el historiador Henri Heller se desprende del documento que si la fuerte imposición jugó sin duda un papel importante, no fueron menos relevantes los saqueos, las extorsiones y la obligación de alojar y alimentar a los soldados de los ejércitos.
A partir del vizcondado de Turenne en el Bajo Lemosín en 1594, la revuelta se expandió pronto al Périgord.
Los campesinos se llamaban a sí mismos tard-avisés (avisados tarde) o chasse-voleurs (cazaladrones).
Según Jean Tarde, se contaba un soldado por 100 campesinos, y su organización militarizada se debía a que un buen número de artesanos, "hijos de buenas familias" (varios historiadores, como Mousnier y Bercé, cuentan que algunos pequeños nobles (hobereaux) se unieron a la revuelta) y antiguos soldados les acompañaban.
Mientras tanto los crocantes pedían al Rey que les reconociera un representante oficial (un syndic) y delegaban abogados a los Parlamentos (como en Périgueux en febrero de 1595) en nombre del "Tercer Estado del país llano" (Tiers-Etat du pays plat), nombre con el que se denominaban.
Sin embargo, el curso de los acontecimientos y la violencia empleada hicieron que en muchas localidades la revuelta tomara tintes francamente antinobiliarios.
Como las fuentes disponibles de la época suelen recoger datos muy localizados geográficamente, esto ha llevado a los historiadores a discrepar sobre este punto según las características del movimiento en las regiones estudiadas: mientras que los autores franceses (Emmanuel Le Roy Ladurie, Yves-Marie Bercé y Roland Mousnier) se inclinan por un movimiento fundamentalmente antifiscal, los autores anglosajones (Henry Heller, Pérez Zagorín[13]) defienden que la lucha contra la nobleza en su conjunto tuvo igual relevancia.
También les prometió que se investigarían los abusos cometidos por los nobles y los recaudadores de impuestos.
Encontró resistencia en las clases urbanas y en algunos feudos que se negaban a negociar.
[7] Todavía se dieron muchos combates, si bien el movimiento iba perdiendo fuerza.