Los cristianos y judíos en Al-Ándalus recibieron el estatus de dhimmis (‘protegidos’) como gentes del libro y no fueron obligados a convertirse al islam por el nuevo poder árabe que se estableció en la península ibérica ―llamada por los árabes Al-Ándalus―, tras su conquista en 711.
En este último siglo, según María Jesús Viguera, «apenas quedó una minoría de no-musulmanes».
[1] Hasta al menos el siglo XI las conquistas islámicas no fueron guerras de conversión, sino guerras destinadas a establecer el dominio político y obtener un botín y después impuestos.
«La arabo-islamización de los muladíes fue tan densa que, desde el siglo X en adelante, aparecen plenamente fundidos en la entidad andalusí».
Así un siglo y medio después de la conquista el mozárabe Álvaro de Córdoba se quejaba de que en su ciudad solo existiera un cristiano entre mil que pudiera redactar una carta en latín, mientras que muchos jóvenes cristianos se dedicaban a escribir poesías en árabe o a realizar juegos retóricos en esa lengua ―«en un grupo, pues, no islamizado los progresos de la arabización lingüística habían sido tales que el latín estaba viéndose relegado cada vez más.
[7] Cien años después, a mediados del siglo X, los textos bíblicos y litúrgicos cristianos tuvieron que ser traducidos al árabe para que pudieran ser comprendidos por la comunidad mozárabe porque esta apenas entendía ya el latín.
Estas señas acabaron siendo a la larga más importantes que los orígenes étnicos de sus gentes», fueran estos árabes, bereberes o hispanos.
Así por ejemplo en la ciudad de Córdoba a mediados del siglo IX seguía habiendo cristianos pero estos estaban casi completamente arabizados.
Dado que la filiación entre los árabes seguía siempre la línea masculina, estos matrimonios dieron nacimiento a linajes árabes que en algunos casos arraigaron en determinadas zonas de Al-Ándalus, como los Banu Hayyay en Sevilla o los Banu Jattab en Murcia.
[19] Según la ley islámica los hijos tenidos en esos matrimonios eran automáticamente considerados musulmanes, aunque fueran educados en la fe cristiana por sus madres.
Varias décadas después, en un concilio de obispos celebrado en Córdoba, se volvieron a condenar estos matrimonios mixtos.
[20] También hubo jefes militares visigodos que se convirtieron al islam para sellar el pacto con los invasores.
Así nació la poderosa dinastía de los Banu Qasi que gobernaría la región durante mucho tiempo.
[23][24] Eulogio consiguió convencer a varias decenas de cristianos de Córdoba para que se presentaran ante el juez musulmán (cadí) y profirieran insultos contra la religión musulmana y el profeta Mahoma, teniendo la seguridad de que serían condenados a muerte porque la ley islámica prohíbe la blasfemia contra el Profeta y su religión.
Así fueron ajusticiados en la década del 850 unos cincuenta mozárabes cordobeses, incluyendo al propio Eulogio, ejecutado en el 859.
De hecho, como ha destacado Cyrille Aillet, «en la segunda mitad del siglo IX aparecen las primeras traducciones del latín al árabe para responder a las exigencias de un público cada vez más arabófono».
[31] Los mozárabes jugaron un papel marginal en Al-Ándalus ya que fueron mucho menos influyentes y ocuparon menos puestos en la administración que sus correligionarios de Oriente y tampoco hicieron una aportación importante a la cultura andalusí, con la única excepción de Hafs ibn Albar.
[32] Cuando llegan los almohades en 1147 ya sólo quedan cinco obispos, los cuales se refugian en Toledo.
[34] Los musulmanes, siguiendo las enseñanzas del Corán, consideraban que los judíos, en tanto que «gentes del Libro», no debían ser convertidos a la fuerza al islam y eran merecedores de un trato especial, la dhimma.
Tenían sus propios magistrados que desempeñaban las tareas administrativas, incluyendo el reparto de los impuestos, y se regían por sus propias normas jurídicas basadas en el Talmud y la Torá interpretados por los rabinos.
[43] Los que no lo hicieron emigraron, en su mayor parte a los reinos cristianos del norte.
[32] Además a estos conversos se les prohibió comerciar y sus hijos fueron separados de sus familias para ser educados por musulmanes.
Así pues, «se acabó con la prosperidad y la vida cultural hebrea en al-Andalus que no volvió a reconstituirse.