En el aspecto histórico, la iglesia del convento puede considerarse como panteón de ilustres personalidades.
[1] Cuenta con una bella portada a la calle San José, obra de Juan de Oviedo y de la Bandera del año 1590 que presenta una notable vistosidad que destaca sobre el paño continuo y sobrio de la fachada del convento, con una hornacina central que representa la virgen entregando el rosario a Santo Domingo y Dios presidiendo la escena, por debajo el escudo de la casa real y de los dominicos.
En torno a este patio se despliegan distintas dependencias tales como el refectorio y el despacho de la abadesa en la planta baja y las celdas en la planta superior, siendo además usado como cementerio de la comunidad.
Hoy sirve de jardín y es lo que queda del primitivo huerto del convento, cuya fachada la componen la nave de la iglesia y una crujía lineal donde se encuentra la entrada, el torno, locutorios, la puerta reglar y de obras y vivienda del portero.
En 1868 las religiosas fueron exclaustradas, volviendo al convento a final del siglo XIX, aunque para esa fecha este ya había sido dividido, alojando algunas de sus estancias a diversas entidades públicas.