[nota 1] Esta tutela, camuflada tras una supuesta igualdad entre los dos imperios, afectó a la política, la economía y los asuntos bélicos: Austria-Hungría permaneció coligada con el Reich.
[2] Al emperador Carlos I le acompañaban su nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Esteban Burián[nota 4][4] y sus más estrechos consejeros.
[nota 7][6] Finalmente, el Ejército, debilitado por las privaciones, sufrió una paulatina desorganización: las deserciones y los motines se multiplicaron, así como las negativas de los soldados a acudir al frente.
No obstante, las declaraciones del ministro austro-húngaro de los Asuntos Exteriores, Ottokar von Czernin, los frustraron.
[15] Además, el nuevo Gobierno encabezado por Lenin buscó enseguida negociar con los imperios el restablecimiento de la paz.
[10] El debilitamiento político austrohúngaro redobló las aspiraciones alemanas; en los días previos a la reunión de los dos emperadores, los responsables políticos, económicos y militares del Reich afinaron los proyectos con los que pretendían rematar el proceso de sometimiento del imperio vecino.
[21] Pese a ello, parecía que finalmente el reino de Polonia quedaría dominado por el Reich.
Sin embargo, la naturaleza de este control dividió a los mandatarios alemanes: el canciller, Georg von Hertling, creía conveniente mantener cierta influencia austrohúngara en Polonia, mientras que los militares y ciertos diplomáticos deseaban eliminar definitivamente el ascendiente austrohúngaro de la región.
[2] Ante las discrepancias entre los negociadores alemanes, estos decidieron condicionar el acuerdo entre los dos imperios a que se estipulase el reparto de Polonia.
[10] Los representantes alemanes deseaban verificar la unión política y económica entre los dos imperios, si bien no se ponían de acuerdo sobre su naturaleza.
[22] Se firmó, en todo caso, una liga militar ofensiva y defensiva, válida durante doce a partir del fin de la guerra mundial.
[12] Pese a las objeciones austrohúngaras, el acuerdo austro-alemán hizo hincapié asimismo en la necesidad de reforzar la unión económica entre los dos imperios.
[nota 11][23] La conferencia concluyó con un tratado de alianza que permitía la integración en el Reich del imperio vecino y facilitaba la absorción; se tomó como modelo los tratados que sirvieron para integrar Baviera en el Reich en tiempos de Bismark.
[24][21] Esta liga transformó en la práctica al imperio en vasallo del Reich[11] y constituyó la conclusión de la política alemana hacia Austria-Hungría.
[24] Junto a la alianza política y militar, el acuerdo ratificado en Spa por los dos emperadores incluía también un aspecto económico destacable, en el que sobresalía en especial el pacto de unión aduanera entre los dos Estados.
[21] Esta parte del acuerdo, sin embargo, quedó en nada por las diferencias entre los dos países: los negociadores alemanes deseaban implantar una unión aduanera más o menos completa, mientras que loa austrohúngaros preferían la formación progresiva de un «espacio económico unitario».
[23] El acuerdo entre las dos monarquías, aunque plasmó las discrepancias entre ellas, también incluyó el compromiso de implantar la unión aduanera antes el final del conflicto.[31].
[32] Los representantes austrohúngaros redoblaron sus objeciones y lograron limitar la duración de la unión aduanera a cinco años, aunque pudiese luego prorrogarse.
[28]] En efecto, desde aquel momento, los Aliados apoyaron a los movimientos deseosos de desmembrar el imperio, como los consejos nacionales que se estaban formando.