Hicieron su aparición en Italia entre los séquitos de algún rey o emperador, entre finales del siglo XIII y principios del XIV: constituían la masnade (bandas), formadas por soldados profesionales, principalmente aquellos de clases sociales muy bajas, dispuestos a matar o morir por dinero y botines.
Estos ejemplos son los más significativos entre las compañías lideradas por condottieri extranjeros que devastaron Italia, arrasando ciudades y campos con el único propósito de enriquecerse.
Junto a ellos, también hubo compañías dirigidas por líderes italianos que pronto reemplazaron a los extranjeros; igual de feroces en su búsqueda de riqueza y poder, pero con un mayor enfoque en los fines políticos.
Ejemplo de esto fueron las compañías acaudilladas por Ambrogio Visconti, Castruccio Castracani, Francesco Ordelaffi o Guidoriccio da Fogliano.
Asolaron la Francia del siglo XIV bajo los reinados de Juan II y Carlos V.
Los señores feudales locales no dudaban en servirse de este «ejército» impropio para imponer su poder, más o menos legítimo, y ejercer incluso actos de violencia sobre poblaciones que estuvieran o no bajo su jurisdicción.
Particularmente activos fueron los italianos exiliados, cuya principal aspiración era recuperar la posesión de los bienes de los que habían sido desposeídos o reconquistar el municipio del que habían sido expulsados.
Estas brigadas aún no eran verdaderas compañías, la disciplina era prácticamente nula, la organización militar aproximativa, la lealtad a sus jefes una opción, y la sed de venganza y botines era enorme.