Los primitivos coches tenían como rodadura dos ejes fijos, con la caja apoyada en un sistema de suspensión.
A mediados del siglo XIX los pasajes con las tarifas más reducidas solo permitían viajar en coches abiertos, sin techos ni ventanas.
El calor era distribuido mediante un sistema de conductos a lo largo del tren.
Los remolcables tienen un vehículo específico que lleva los motores, la locomotora, y los coches circulan arrastrados por ella.
Los coches de dos pisos se utilizan en corredores con gran demanda, en especial en servicios suburbanos.
El coche-cama permite acomodar a los pasajeros en algún tipo de cama o litera.