Naturalmente inclinado por la paz y la conciliación, al principio tomó una posición relativamente moderada, distintivamente adversario del arrianismo, pero (como no pocos de sus contemporáneos ortodoxos) en ninguna forma dispuesto a aceptar el término homoússios.
En ese concilio, votó por la aceptación del término ὁμοούσιος (homousios), es decir, consubstancial, de la misma esencia, al haber quedado finalmente convencido de que no había mejor alternativa.
Aunque su teología estaba al inicio indefinida en fraseología, indudablemente tenía adhesión por la ortodoxia nicena.
Luego de una introducción general, siguen dieciocho lecturas para la competencia, y las cinco restantes están dirigidas a los recientemente bautizados, en preparación para recibir la comunión.
En paralelo a la exposición del Credo como fue recibido por la Iglesia de Jerusalén, hay vigorosas polémicas contra los errores paganos, judíos y heréticos.