Se daba asimismo ese título a los descendientes de Abd-el-Mumen, según parece por el origen alida atribuido al fundador del imperio por haberse llamado cides Hacen y Hucein, hijos de Alí Ibn Abi Talib, caballero principal del Islam.
Hucein era llamado el Cid del rostro tapado, porque nunca se levantaba el velo o litsam.
Aunque se conjetura que pudieron usarlo sus contemporáneos zaragozanos o valencianos musulmanes, como fórmula de tratamiento a su caudillo militar o mandatario político (señor, príncipe), el sobrenombre de «Cid» se documenta por vez primera en el Poema de Almería (1147), casi medio siglo tras su muerte, a diferencia del de «Campeador» (vencedor o guerrero en batallas campales), que sí se encuentra en diplomas firmados por el propio Rodrigo Díaz:[2] Por lo dicho, mio Cid sería un híbrido que antepone al sīd, síd ('señor') o sīdi, sídi ('mi señor') —que se utilizaba como tratamiento de respeto entre los musulmanes y mozárabes de al-Ándalus—, el posesivo en lengua romance «mio», que se pronunciaba como monosílabo, con diptongo, y era palabra seguramente átona en posición proclítica.
[4] El tratamiento sería usado por sus vasallos de Valencia y lo conocería el monasterio de San Pedro de Cardeña tras ser trasladados allí sus restos por su viuda Jimena Díaz en 1102, desde donde se difundiría, a través de la leyenda que en torno al Cid se generó en este cenobio (que daría a la pervivencia del tratamiento un origen burgalés), a Castilla y posteriormente a León, Navarra y a toda la península, como atestigua su primera mención en el castellano o leonés Poema de Almería (h. 1148).
En cuanto a la combinación «Cid Campeador», aparece documentada por vez primera hacia 1200 en el navarro-aragonés Linaje de Rodrigo Díaz (bajo la fórmula «mio Cit el Campiador»), que forma parte del Liber regum, y en el Cantar de mio Cid.