Fue célebre también por su excelente caligrafía en sus autógrafos y copias: «Sus partituras manuscritas son tan bellas que parecen grabados» (Johann Mattheson), 1740), se han conservado copias de obras de contemporáneos suyos —Vivaldi, Telemann, Fasch, Stamitz y otros— manuscritas por él.
En estas composiciones emplea casi siempre el estilo francés, pero también encontramos en ellas, sobre todo en las arias, rasgos estilísticos procedentes de las formas instrumentales italianas.
Lully acudió a esta especie de preludio, que adquirió un carácter instrumental con Destouches y sus contemporáneos.
Graupner compuso sarabandas con desarrollos al estilo de las arias con variaciones para clave que asociamos a Händel.
En ellas se mezclan con la más perfecta originalidad las características de la courante francesa y la corrente italiana (bastante diferentes, sin embargo).
Graupner se manifiesta sin complejos en estas piezas en el tono juguetón que permite reconocerlo.
No hay duda de que Graupner la música para clave ocupa un lugar especial en su catálogo, sobre todo por dos motivos.
En la colección de 1718 hallamos a un Graupner clavecinista virtuoso, enamorado del teclado y compositor erudito.
Graupner compuso cantatas para la capilla palaciega, donde había un órgano construido por el hamburgués Christian Vater (1679-1756).
Estas últimas fueron compuestas para Johanna Elisabeth Döbricht (1692-1786), esposa del violagambista Hesse, y estaba considerada la mejor soprano de Alemania, esta ciudad era, junto con Hamburgo, el único lugar de Alemania donde se permitía a las mujeres cantar en la iglesia.