Es Ceán Bermúdez quien proporciona las primeras noticias que nos han llegado de este pintor, sirviéndose para ello de la información que a él le había facilitado Luis Paret, el más distinguido discípulo que Traverse había tenido en España.
[2] Nacido en París, discípulo de François Boucher, siendo aún muy joven recibió el gran premio de la Real Academia de Pintura y Escultura, lo que le permitió estudiar pensionado tres años en Roma, prorrogados tres años más en vista de sus progresos.
Al no alcanzar la protección del rey, pese a la influencia de su señor, que lo había hecho su gentilhombre de compañía, «se vio precisado a vivir en esta corte filosóficamente, retirado entre sus amigos, que no eran pocos y de la primera jerarquía, y esperando el fin de la embajada del marqués, que por su desgracia se hizo muy dilatada, para volver a París, donde hallaría más protección».
Pintor de muy fecunda inventiva, en Madrid, completaba Ceán, dejó «pocas obras de gran tamaño, pero muchas pequeñas y de gabinete, con las que acostumbraba a obsequiar a sus amigos; y sobre todo dejó a D. Luis Paret su discípulo, bien instruido con su enseñanza».
En pintura al óleo lo conservado parece reducirse a la pieza que le valió en 1748 el premio de la academia: Tobías enterrando a los muertos, guardado en el Museo de Bellas Artes de Saintes,[5] el retrato de una mujer joven del musée Grobet-Labadié de Marsella,[6] y una abocetada Alegoría del nacimiento del infante don Carlos Eusebio del Museo Lázaro Galdiano, atribuida a Traverse por Antonio Rodríguez Moñino.