Cerro de la Estrella

Es un punto geográfico de gran importancia arqueológica, puesto que en sus faldas se han descubierto indicios de antiguos asentamientos humanos cuya antigüedad se remonta hasta el Preclásico mesoamericano.

Entre las actividades que suelen practicar los visitantes están el ciclismo de montaña, caminatas y paseos familiares y recreativos, que generalmente tienen como culminación el ascenso a lo más alto del basamento piramidal, desde el que podremos observar una panorámica 360 grados del valle de México.

En aquella época, aquí se debió establecer alguna aldea que estaba relacionada con la cultura de Cuicuilco.

[4]​ Hacia el final del preclásico debió dar comienzo la ocupación de Culhuacán.

Se piensa que los petroglifos de Cerro Chiquito fueron hechos por estos grupos(INAH).

Existen indicios de una zona habitacional en la mitad del cerro, correspondiente al periodo Clásico Tardío (600 a 900 d. C.).

Junto con Culhuacán, protegían el sur de la gran Tenochtitlán y le suministraban alimentos.

[3]​ Las colonias que se encuentran en sus alrededores del cerro de la estrella han dañado la ecología de este pulmón tan importante porque poco a poco los árboles se han eliminado por viviendas.

Fuentes históricas establecen que se llevaron a cabo cuatro de estas ceremonias en 1351, 1403, 1455 y 1507.

El pueblo se reunía en la plaza, ante la pirámide de Huitzilopochtli al mediodía.

Luego se deslizaban al Poniente o cihuatlampa.- Descansaban un poco, se adelantaba el sacerdote Dios Quetzalcóatl, ataviado de blanco con una estrella refulgente pintada en la espalda y sosteniendo en una mano el planeta Venus; se apoyaba en un báculo en forma de serpiente emplumada; levantaba las manos hacia el cielo y exclamaba: ¡nahui calli!

Al final de los cuatro años, después de caminar hacia los cuatro puntos cardinales, comienza el quinto año, es la segunda vuelta para contar otros cuatro años; seguían dando vueltas sobre la plataforma hasta la vuelta decimotercera; se adelantaba Huitzilopochtli al: Sur o huitztlampa.

Toda la muchedumbre formada por sacerdotes, reyes, gobernadores o caciques, guerreros, enviados especiales de todos los confines del vasto Imperio Nahoa, se encaminaban hacia el Cerro del Uizachtécatl o de la Estrella al atardecer.

Consistía en arrojar al cieno de la laguna todos los ídolos de sus Dioses, así como sus utensilios domésticos: esteras o petates, las piedras del fogón, los incensarios y cuanta lumbre había se apagaba; las casas quedaban limpias, vacías; ayunaban, se punzaban las orejas con espinas de maguey y sangraban.

Hasta en los pueblos conquistados más allá de las montañas que circundaban por doquier se escuchaban sollozos, lamentos e invocaciones a los Dioses para que les concediera la prolongación de la vida, otros cincuenta y dos años "Un Tonatiuh resplandeciente".

Cuando se acercaba el día señalado para sacar el fuego nuevo, cada vecino de México arrojaba el agua de las acequias o la laguna a los dioses que tenían en su casa, las piedras del hogar y los texólotl para moler, y limpiaban muy bien las casas y apagaban todas las lumbres.

Así los pobladores renovaban sus alhajas, vestidos y colocaban petates nuevos en señal del ciclo que comenzaba.

Vista desde el Cerro de la Estrella en dirección al norte, con la Central de Abastos en primer plano
Vista Cerro de la estrella