Era intrínseco el conocimiento astronómico, este se basaba en la posición opuesta al primer paso del Sol por el cenit.Aunque sólo cada 52 años se renovaban todas las imágenes y otros objetos de culto, junto con los enseres domésticos, es decir, tanto lo sagrado como lo profano.El Códice Boturini inicia la migración en 1116 y marca la pauta de los lugares donde se celebró; 1143 Coatepec, 1195 Huitzcoltepetl (Apazco), 1247 Tecpayotepetl (Tecpayocan), 1299 Chapoltepec.Propiamente las celebraciones a las que les podemos conceder una validez histórica son las últimas cuatro (1351, 1403, 1455 y 1507) ya realizadas en Tenochtitlan-Huixachtecatl, pues la de Chapoltepec según algunas fuentes[4] no se hizo o fue cambiada de fecha, pero todo indica que no fue en el momento adecuado y sí la peor celebrada.La gente común también se deshacía de las representaciones de las divinidades que tenían en sus altares caseros y a la vez destruían sus pertenencias viejas; trastes, ropa, petates, incluso las tres piedras del fogón (tenamaztli, señor Tenamaztli) consideradas sagradas; tampoco podían quedarse con los instrumentos para hacer fuego, ni los pedernales (tecpatl) ni con los palos saca-fuego (tlecuahuitl o mamalhuaztli).Esto acabado, ya que el fuego quedaba como bendito, estaban alii esperando de muchos pueblos para llevar lumbre nueva a los templos de sus lugares, lo cual hacían pidiendo licencia al gran príncipe o pontífice mexicano, que era como papa, y esto hacían con gran fervor y prisa.Aunque el lugar estuviese hartas leguas, ellos se daban tanta prisa que en breve tiempo ponían allá la lumbre.[8] Desde hace algunos años, diversos grupos que se auto denominan de “tradición” han retomado la ceremonia, queriendo restituirle su sentido astronómico.Coincidiendo astronómicamente con el paso cenital de las Pléyades durante ese siglo, aunque en la actualidad ocurre 8 días después.