El complejo arquitectónico de estilo románico, debía constar de dos edificios: una iglesia parroquial de una nave única, dedicada a san Juan Bautista y la catedral, dedicada a Santa María, con tres naves que terminaban en ábsides semicirculares, todavía visibles.
La nave central estaba llena de frescos hacia la mitad del siglo XI: quedan los que se conservan en el subtecho.
Al mismo período pertenece la cripta románica situada bajo el presbiterio.
A los obispos de este período y al archidiácono Georges de Challant se deben las transformaciones que sufrió la catedral en este período que llevaron a asumir un aspecto bastante similar al actual.
Algunos artistas transalpinos abrieron sus talleres en Aosta para continuar los trabajos de embellecimiento.