Su descubrimiento ha tenido gran trascendencia debido a sus importantes vestigios relacionados con las guerras cántabras.
Los restos fueron trasladados en un primer momento a Santander para su estudio y posteriormente al Museo Arqueológico de Palencia.
Según declaró su director en 2007 es «la colección más importante del mundo romano, seguida por alguna colección de Siria, con un número de proyectiles muy inferior», lo que da una idea del asedio al que fue sometido el castro.
Estas circunstancias hicieron que los romanos adoptaran para el asedio la táctica de rodear el castro con campamentos.
[1] Por las dimensiones de los campamentos, se calcula que el asedio pudo ser llevado a cabo por unos 5000 legionarios.
Tras la destrucción del castro, no hay pruebas de que los romanos siguieran utilizando el lugar.
Puerta interior del castro cántabro. Detalle de la rampa de subida al
adarve
de la
muralla
. Se puede observar en la falta de continuidad de las hileras cómo la puerta ha sido tapiada ante el
asedio
sufrido por las legiones romanas durante las
guerras cántabras
(29-19 a. C.). En esta parte, durante las excavaciones del año 2005, se encontró un
fémur
que se correspondía con el de una persona de más de 1,90 m de estatura.
Bastión defensivo correspondiente al acceso sur del castro, descubierto en la campaña de 2020.
Detalle del arranque de la
muralla
tras el
foso
de seis metros excavado en la roca.
Vista interior de varios fondos de cabañas de la
II Edad del Hierro
tras la puerta de la muralla.
Vista de uno de los tres campamentos legionarios identificados utilizados durante el asedio. Se aprecia la típica puerta en clavícula y parte de la circunvalación que lo rodeaba.