La penetración de los monjes-caballeros hospitalarios en los territorios de la corona de Aragón fue amplia y tuvo su origen en la ayuda que prestaron estas órdenes militares al rey Alfonso I el Batallador quien en su reconocimiento, llegaría a designarlas en su testamento de 1134 como herederas del reino aragonés.
Al no ser cumplido, las órdenes se vieron compensadas durante el principado de Ramón Berenguer IV con numerosas encomiendas y plazas.
Además, los caballeros hospitalarios y templarios también apoyaron al príncipe de Aragón y conde de Barcelona en su conquista de los marquesados de Tortosa y Lérida (1148-49), por lo que recibieron nuevas posesiones, entre las que destacó el castillo de Amposta[1] y su entorno hasta el mar, donde se estableció en un primer periodo.
También se hizo cargo de las funciones que en otras divisiones de la orden detentaba el prior.
Más tarde, en 1280, la sede de Amposta fue trasladada por Pedro III de Aragón a Gallur y Onda si bien la actividad del castellán le impedía fijar su residencia.