Fueron los monarcas de Nápoles durante la Baja Edad Media en el sur de Italia.
En sus últimas décadas, la reina Juana I de Nápoles, también perteneciente a la Casa Anjou-Sicilia, aceptó que debía arreglar la sucesión del reino ante la falta de descendientes.
Aunque habían herederos existentes de la rama superior, como por ejemplo en la línea menor Anjou-Durazzo, la reina decidió adoptar a Luis I como su heredero.
Así, además de la lucha de los angevinos con los aragoneses por el control del sur de Italia, las dos líneas angevinas, mayores y menores comenzaron a disputarse entre sí la posesión del Reino de Nápoles.
La rama Anjou-Durazzo fue inicialmente exitosa en asegurar el control de Nápoles, pero la Casa Anjou-Valois logró asegurarse el control de Provenza y continuó compitiendo por el trono.