Inmortalizada por Juan Manuel Blanes en 1883, su retrato es un ícono del arte uruguayo y ha inspirado numerosas leyendas.
[1][2] En 1872 enviudó del Dr. Emeterio Celedonio Regunaga, Ministro de Hacienda uruguayo durante el gobierno de Lorenzo Batlle y Grau, 23 años mayor que ella y con quien tenía tres hijos.
En 1854 había comenzado la relación con María Linari, casada con el italiano José Copello, con quien tenía una hija.
Seis meses después Carlota pidió la anulación del matrimonio y Nicanor regresó desolado a la casa familiar de Montevideo.
Poco después falleció María Linari y Nicanor viajó a Europa sin dejar ningún rastro.
María Esther se convirtió en el primer amor de Quiroga, quien obtuvo el permiso del padre para visitarla como novio, pero tanto la familia del escritor como Carlota se oponían firmemente a la relación.
Podría haber permanecido en Salto o haber ido tras él a Misiones, donde una leyenda cuenta que la llamaban “la loca” por subir desnuda a los árboles cantando óperas italianas y terminó suicidándose.
La atmósfera radiante la acerca al clima luminoso del modernismo, aunque conserva el tratamiento académico y estrictas formas en su lenguaje plástico.
Imperiosa presencia, la maciza figura femenina se impone y mira directamente al espectador.
Tal es el caso de Vicente Martín, Álvaro Amengual, Pedro Peralta y Oscar Larroca, entre otros.
La alegoría demoniza los vicios y peligros que, según Blanes, amenazaban la moral burguesa de la época.
[25] En 2002 Antonio Larreta publicó “El guante”,[26] donde nuevamente la imaginación del escritor rellena los huecos de la historia.
[27] En 2015 se publicó el libro Carlota Ferreira, Retrato de una mujer que se inventó de Diego Fischer, una novela basada en la investigación realizada por el autor en Uruguay y Argentina que aporta nuevos datos sobre su protagonista.