Por la tarde de ese día empiezan a correr rumores por Cádiz del inminente alzamiento.
El regimiento Cantabria se subleva y, apoyado por los hombres de Jerez, ocupa los edificios públicos.
A esa misma hora entran en la ciudad Prim y Topete, siendo aclamados por el pueblo.
También pretende encarcelar a varios consejeros del Banco de Cádiz, lo que tampoco aprueba la Junta General.
Este bulo fue iniciado por un miembro del partido demócrata, que fue posteriormente desterrado a Ceuta por el gobernador civil.
La Junta Provincial nombra un nuevo Ayuntamiento en el que los republicanos han decidido no participar.
Y esta nueva corporación se encuentra con un grave problema: los dos batallones de voluntarios, creados por la disuelta Junta Local, no reconocen su autoridad.
Los demócratas gaditanos, que apoyaron el Alzamiento de Prim y Topete, se encuentran enfrentados al poder central.
Las escaramuzas comenzaron cuando los soldados cargados con las artillería, que iban a embarcar para llevar al Puerto de Santa María, fueron interceptados por un grupo de Voluntarios camino del puerto en la calle Alfonso el Sabio.
La falta de guardias en la cárcel hizo que se produjese una fuga, pero los propios Voluntarios, en un intento por demostrar su utilidad, garantizaron el orden.
Los Voluntarios aprovecharon para ganar terreno dirección a las murallas, reponer las barricadas e incinerar o enterrar los cadáveres entre los que se encuentra De Peralta.
[9] Joaquín Pastor, delegado del Ayuntamiento, se dirigió a Madrid a negociar la paz alegando que los "insensatos han sido las autoridades y no el pueblo y que la justicia del Gobierno debe castigarlos".
[11] Mientras se produce la tregua los medios de comunicación locales pidieron la protección del cuerpo diplomático ante el temor de convertir a Cádiz en un cantón internacional y los medios conservadores desde Madrid exigen un castigo ejemplar contra los gaditanos.
[15] Cuando se cumplió el plazo, el día 13, Caballero de Rodas entraba en la ciudad sin vitores y sin que nadie lo recibiera.
El día 22 se forma el nuevo Ayuntamiento republicano federal, siendo elegido alcalde Salvochea por 31 de los 32 concejales.
Además se crea una tasa que deberán pagar todos los comerciantes, propietarios e industriales.
Ante esto, ocho concejales dimiten, y los comerciantes se niegan a pagar las nuevas tasas.
En el aspecto social, el Ayuntamiento se preocupó y trató de resolver el problema de los mendigos, procuró regular la venta del pan para evitar abusos y abogó por proteger a los más desfavorecidos.
Esta medida provocó que, los días 8 y 9 de mayo, se celebrase una huelga general en la ciudad, pidiendo todos los trabajadores las mismas mejoras.
Estos debían estar formados por individuos adeptos al régimen que se comprometieran a salvaguardar la República de amenazas internas y externas.
En San Fernando hubo enfrentamientos entre los voluntarios y las fuerzas de Infantería de Marina, que, siguiendo las órdenes del jefe del departamento marítimo, se negaron a entregar armas a los voluntarios.
Los concejales se reúnen el 19 de junio en el Ayuntamiento para analizar las diferentes posturas: Pero mientras tanto, a nivel nacional, la situación es cada vez más complicada.
Ante todos estos problemas, Pi y Margall propone posponer los cambios sociales, lo que es muy mal recibido.
Por la tarde, el Comité publica en el Boletín Oficial de la Provincia sus primeros acuerdos: Estas y otras medidas que fueron tomando trataban de definir un cantón independiente del poder central, ya que pretendía tener en sus manos la Hacienda, la Enseñanza y las Fuerzas Armadas.
El Ayuntamiento cierra al público 18 lugares de culto, entre sagrarios, capillas y conventos.
Son: Las escaramuzas entre los Voluntarios y las tropas de Marina en San Fernando pasan a convertirse en guerra abierta.
Esta medida es aprobada por el Gobierno central, por lo que transcurren los días en un compás de espera.
Las tropas de los cantonalistas son reforzadas el 21 con un remolcador de la Armada que se pasa al cantón y 900 hombres con dos cañones más, que llegan a San Fernando por ferrocarril al mando del Brigadier Eguía.
Tras una tregua los días 24 y 25, durante la que el cónsul de los Estados Unidos intenta mediar entre los contendientes, el 26 se reanudan las hostilidades.
Las tropas de Marina ocupan San Fernando y desarman a los voluntarios que quedan.